Dicen  las memorias de  los tiempos que apareció con sus pantalones 
bombaches, su sombrero  y su bastón que levantó de pronto; y de inmediato 
comenzó  a  tocar  la  Banda  Gigante afinada, rítmica, trepidante.  Santa  
Isabel de  las  Lajas, Maracaibo  Oriental,  Oh,  Vida, Cienfuegos, sones, 
boleros, guarachas, rumbas. Era el Benny  Moré, el Bárbaro del  Ritmo, el 
más genial  e irrepetible de los cantantes populares cubanos.
Corría el año 1962 del pasado siglo y aquella estrella que tanto  iluminó 
el concierto musical cubano, latinoamericano  y universal se presentaba en  
el  poblado de  Banes en una de sus últimas  exposiciones  públicas 
durante  las fiestas carnavalescas  antes de su infausto fallecimiento  el  
19 de enero de 1963.
Me contaba  Aris  Chaveco  Gavilán, uno  de los grandes  cronistas  orales 
de   Banes, que  el  Benny  venia vestido de Blanco se bajó  de su auto 
mientras que la gran tribu como él llamaba  su orquesta lo aguardaba 
encima de  un bello escenario, en forma de  barco,  montado en el parque  
Cárdenas de esta ciudad.
Cientos de bailadores y admiradores se  daban cita en el lugar para 
disfrutar de la magia del músico que  interpretaba desde un son hasta un 
bolero, de una guaracha a una rumba, ante el frenesí  del público que daba  
rienda suelta a un espectáculo único  y deslumbrante  como pocos en la  
vida de  un pueblo que había tenido el privilegio de regocijarse de  
conciertos como  los de Libertad  Lamarque, la bien llamada Novia de  
América, Pedrito  Rico, Pacho  Alonso, Linda  Mirabal y tantos  otros  
artistas, "pero lo del  Benny no tuvo ni tiene comparaciones" me afirmó  
el  Maestro Cheveto Alemany que en sus más de 100 años de  vida no ha 
visto  cosa igual.
Las  muchachas deseosas de tocar aquella aparición que parecía  como 
venida del cielo, los  hombres celosos  pero ensimismados, las estrellas  
complacidas, la tierra  premiada de  recibir tanta gloria, tanto  
estimulo.
El  Bárbaro del Ritmo dejó una huella imborrable en esta tierra,  allí por 
el parque Cárdenas, donde actuó por segunda vez en Banes aún se escucha su 
respiración jadeante, su pecho  agitado,  su  voz melódica y armonizada, 
sus  pasos  rítmicos bailando al compás de los toques de "la gran  tribu"  
que actuaba a la señal de aquel bastón prodigioso en las manos de  un 
genio que sembró para  la posteridad en el corazón del pueblo del que 
surgió  y en él cual vive para  siempre.

 
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