miércoles, 25 de febrero de 2015

El día que Benny Moré estremeció a Banes

Dicen las memorias de los tiempos que apareció con sus pantalones
bombaches, su sombrero y su bastón que levantó de pronto; y de inmediato
comenzó a tocar la Banda Gigante afinada, rítmica, trepidante. Santa
Isabel de las Lajas, Maracaibo Oriental, Oh, Vida, Cienfuegos, sones,
boleros, guarachas, rumbas. Era el Benny Moré, el Bárbaro del Ritmo, el
más genial e irrepetible de los cantantes populares cubanos.

Corría el año 1962 del pasado siglo y aquella estrella que tanto iluminó
el concierto musical cubano, latinoamericano y universal se presentaba en
el poblado de Banes en una de sus últimas exposiciones públicas
durante las fiestas carnavalescas antes de su infausto fallecimiento el
19 de enero de 1963.

Me contaba Aris Chaveco Gavilán, uno de los grandes cronistas orales
de Banes, que el Benny venia vestido de Blanco se bajó de su auto
mientras que la gran tribu como él llamaba su orquesta lo aguardaba
encima de un bello escenario, en forma de barco, montado en el parque
Cárdenas de esta ciudad.

Cientos de bailadores y admiradores se daban cita en el lugar para
disfrutar de la magia del músico que interpretaba desde un son hasta un
bolero, de una guaracha a una rumba, ante el frenesí del público que daba
rienda suelta a un espectáculo único y deslumbrante como pocos en la
vida de un pueblo que había tenido el privilegio de regocijarse de
conciertos como los de Libertad Lamarque, la bien llamada Novia de
América, Pedrito Rico, Pacho Alonso, Linda Mirabal y tantos otros
artistas, "pero lo del Benny no tuvo ni tiene comparaciones" me afirmó
el Maestro Cheveto Alemany que en sus más de 100 años de vida no ha
visto cosa igual.

Las muchachas deseosas de tocar aquella aparición que parecía como
venida del cielo, los hombres celosos pero ensimismados, las estrellas
complacidas, la tierra premiada de recibir tanta gloria, tanto
estimulo.

El Bárbaro del Ritmo dejó una huella imborrable en esta tierra, allí por
el parque Cárdenas, donde actuó por segunda vez en Banes aún se escucha su
respiración jadeante, su pecho agitado, su voz melódica y armonizada,
sus pasos rítmicos bailando al compás de los toques de "la gran tribu"
que actuaba a la señal de aquel bastón prodigioso en las manos de un
genio que sembró para la posteridad en el corazón del pueblo del que
surgió y en él cual vive para siempre.

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