Comenzó la última semana de las vacaciones en Cuba, un período veraniego 
de calor intenso. Dos meses de dormir mañana para los estudiantes e ir  
tarde a la cama. En lo adelante se abre la incógnita del nuevo curso 
escolar, como casi siempre otros profesores, alguna que otra asignatura o 
arista novedosa y el deseo de llegar al primer día de clases con la 
autoestima elevada y con el uniforme a punto.
Y ahí va un dilema, hay que cumplir con las normas básicas del reglamento 
para el uso de esa vestimenta. La mayoría asume las reglas aunque rayando 
lo permisible y casi siempre por la presión de los padres. Los varones 
piden que el pantalón y la camisa estén ajustados al cuerpo, incluyendo el 
llamado corte tubo. Las chicas también quieren mostrar sus curvas y a ello 
le suman subir unos dedos al falso.
El pelado es otro elemento, los chicos no quieren perder el look 
vacacional y aparecen rapados indistintamente o con las últimas modas 
traídas por las estrellas de la pantalla, el paquete o las últimas 
revistas.
Las joyas y tatuajes necesitarían un capítulo extenso pero todo se resume 
en una sola palabra: uniforme. Este es un término que significa un 
conjunto estandarizado de ropa usado por miembros de una organización 
mientras participan en la actividad de ésta. Hay que tener una imagen, 
decente, generalizada independientemente de pesos, volúmenes, modas y 
tamaños.
Referente a la familia, la misma está asociada a la escuela más allá del 
vestir, el fin de las llamadas "vacaciones", exige mochilas y otros 
aspectos para tener todo listo aunque a última hora hay algún detalle por 
ajustar.
Para algunos con la llegada de septiembre obtiene la tranquilidad, el 
universo retoma el curso de vida normal. Equivocación total. La tele y 
demás equipos es verdad que descansan pero regresa el levantarse más 
temprano, la merienda de la escuela con un poco más de imagen porque usted 
sabe, en casa cualquier cosa pero en público nuestra cultura exige un 
toque extra. Luego vendrán pedidos, investigaciones, tareas que ponen los 
pelos de punta y así.
Los forros para los libros y libretas son un fastidio y ponen a la familia 
a correr; hay que recortar, rotular, pegar y una serie de infinitivos más, 
pero es una experiencia única, ya se echará de menos cuando llegue "el 
síndrome del nido vacío", cuando los hijos terminen ese período que es la 
escuela y se acaben las vacaciones en casa porque ellos ya hacen vida 
independiente. Entonces, es mejor disfrutar ese dulce fastidio que llega 
con el fin de las vacaciones.
 
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