Forman un paisaje excepcional. Ninguno es igual al otro. Cada uno con sus 
atributos de abruptas laderas cortadas a pico, oquedades, cimas, 
farallones, lapiés, dolinas, diaclasas, canales, desplomes… cuanto 
capricho es dado a las rocas, desafiándose entre sí en el terreno 
inescrutable de la belleza, con la sola coincidencia en su carácter cónico 
y en el magnífico grado de conservación que muestran aún los cerros 
cársicos de Maniabón.
Singulares también por abrigar abundantes sistemas cavernarios bastante 
bien conservados y repletos de fauna subterránea, parte medio oculta de un 
entorno que a la luz del sol exhibe la vitalidad de estar habitado por 384 
especies de plantas y 214 de animalillos diversos, sin duda, otro de sus 
especiales encantos.
Buena parte de esta maravilla que clasifica como Elemento Natural 
Destacado se ubica dentro de las fronteras del municipio de Rafael Freyre, 
en el norte holguinero, donde ocupa 592,41 hectáreas de terreno, 
administradas por la Unidad Económica de Base (Silvícola) de la Empresa 
Forestal Holguín.
Por ello, no es para nada extraño que, en las primeras referencias de la 
historia de Cuba anotadas por el Gran Almirante de la Mar Océana Cristóbal 
Colón, aparezcan algunos de sus más relevantes representantes como Las 
Tetas, La Mezquita o la Silla de Gibara, puntos de obligada referencia 
geográfica, por citar brevemente. Un paisaje que evidentemente subyugó al 
navegante, el cual escribió en su bitácora: ¡la tierra más fermosa que 
ojos humanos vieran!.

 
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