Ñico se va quedando dormido en su butaca mientras por Multivisión 
transmiten un documental de Animal Planet sobre los cementerios de 
elefantes. Dice una leyenda africana que allá iban a pasar sus últimos 
días los paquidermos moribundos. Al final, eso no pasó de ser más que un 
mito, no muy diferente al Dorado o la Atlántida.
En las mañanas, cuando el frío le carcome los huesos, como si un nido de 
bibijaguas habitara en su interior, busca siempre el lado más cálido del 
patio, antes que el Sol caliente demasiado.
Él es de la época de cuando los hijos pedían a los padres la bendición, 
les decían usted, no se atrevían a fumar frente a ellos y solicitaban 
permiso para hablar. En algún momento de su vida, quiso recibir el mismo 
respeto y soñó con tener descendencia, pero al llegarle la oportunidad, 
cerró la puerta con un: "Tienes que abortar, no estoy preparado para eso", 
sin saber que aquel sería su único chance.
Hoy, a la altura de 70 años, mira hacia atrás y se siente regocijado por 
las decenas de metas que concretó, pero comprende cuán mal hizo al 
desechar la opción de ser papá. "Periodistas, cuando uno es joven no 
piensa que llegará a viejo y necesitará compañía, amor y cuidados. En esa 
edad uno se cree invulnerable."
Aun así tuvo suerte y hoy no está solo. Gracias a una sobrina anda limpio 
y superó los tiempos de depresión, debido a su último divorcio y las 
enfermedades que aparecieron para colmarlo de achaques. Desde hace una 
década asiste a la Casa del Abuelo, y allí se pasa el día. Junto a sus 
contemporáneos y el personal del centro ha formado otra familia, "mi 
bálsamo", como gusta decir.
A él le agrada aplicar la psicología, siente que la ancianidad es una 
suerte y por eso discute con su amigo Toño, sentado en un balance cercano, 
cuando expresa: "Llegar a viejo es una desgracia, hasta ayer a mí no me 
dolía nada y de pronto soy una calamidad. Y lo más terrible, mis hijos me 
gobiernan, yo no existo para dar una opinión, solo para hacer mandados. El 
colmo fue que un vendedor el otro día me creyó chocho y quiso estafarme."
Ñico lo exhorta a contarle a su familia cómo se siente, pero Toño 
considera realmente que la vida terminó para él. Mientras conversan llegan 
las seños de la biblioteca a realizar una actividad y después el barbero 
se dará una vueltecita a ver quién necesita un corte. El ambiente se 
anima, y por un buen rato la ciática, la diabetes, la hipertensión y la 
artritis parecen asuntos de la ficción y no el molesto concierto de 
dolencias que no quiere salir del cuerpo de todos.
Clara se alegra y le da por decir: "Mientras estemos vivos hay que hacer 
algo".  Esa frase ahora le sale natural, pero años atrás no hubiese sido 
capaz de enunciarla. Quedó viuda, perdió al hombre que por más de cuatro 
décadas durmió a su lado y compartió cada momento. Sus nervios estallaron. 
Pero en esta institución mejoró y su hija hasta se pudo ir de misión 
internacionalista. Por la tarde la nieta la espera y comparten las labores 
hogareñas.
Al lado de Clara, en otra silla, está Panchita. Su familia le paga todos 
los días el  bicitaxi de ida y vuelta para que no camine mucho. Eso está 
bien, pero en casa no quieren que se mueva, como si ella, que bien pudiera 
haber sido la protagonista de Francisca y la muerte – el cuento de Onelio 
Jorge Cardoso-, tuviera algún interés de estar en una urna de cristal.
Ñico mira a sus compañeros y entiende que el reto de Cuba es grande. 
Recuerda a su vecino Esteban, combatiente de la clandestinidad, siempre 
carbonero y gente de campo. Ahora, por las enfermedades y la imposibilidad 
de caminar de su esposa, se mudó para un cuarto en el hogar de su nuera. 
Parece un pajarito encerrado y sufre porque depende de otros. Con la 
chequera ha tenido problemas, la Asistencia Social no acaba de responder y 
por otro lado lleva casi un año en espera de su prótesis dental.
"Todos deseamos llegar  a viejos, y todos negamos que hayamos llegado", 
Quevedo
El Censo Nacional de Población y Vivienda en septiembre del 2012 declaró 
que en Cuba habitan 11 millones 163 934 personas. De cada cien de ellas,  
alrededor de 18 suman más de 60 años. Lo que ubica a la Isla en una 
elevada tasa de envejecimiento, la más alta de la región latinoamericana, 
al tiempo que posee la más baja de fecundidad.
Estudios recientes alertan que para el 2025 este será el país más 
envejecido del continente con alrededor del 26 por ciento de habitantes 
sexagenarios o con más edad sobre sus hombros. Y confirman que Cuba nunca 
llegará a los 12 millones de habitantes porque hemos tenido tres décadas 
sin reemplazo poblacional. Desde 1978 no queda una hija por cubana que la 
sustituya en el futuro cercano en la procreación.
"Cuando me dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro 
hacerla enseguida", Pablo Picasso
Ñico se pregunta si existe eso que habla la psicóloga: saber envejecer. 
Entiende que significa mucho más que resignarse a ser viejo. ¿Es acaso 
luchar contra lo imposible? Se trata de aprender a vivir con el conflicto 
de a veces tener la mente joven y el cuerpo en otra época, ver morir a los 
amigos de la infancia; entender que debemos aceptar la ayuda de otros, que 
es posible paliar el efecto de los años con atención médica y ejercicios 
físicos.
Buscar el momento para el entretenimiento, el amor; ver lo bueno de la 
etapa, como la posibilidad de dar consejos; disfrutar de los nietos y reír 
con sus travesuras sin el estrés de ser los padres, no resultan ideas 
locas. Él lo asume así. "Ojalá nos hayamos ganado el cariño de nuestros 
familiares", concluye en silencio.
En sus cavilaciones no solo dialoga con los de su grey, también le habla a 
Cuba y a la familia. La segunda porque en ella está el embrión de la 
atención y el respeto a la tercera edad, la que debe entender que los 
ancianos no son niños, pues verlos así implica decidir por ellos; ni 
tampoco el cuarto de desahogo de la vida agitada de sus miembros.
Y la primera, cada vez con más canas, porque el envejecimiento poblacional 
late entre sus mayores retos. La Seguridad Social deberá trabajar a un 
ritmo de eficiencia que está muy lejos de alcanzar y tendrán que 
multiplicarse las casas de abuelos y hogares de este tipo. El sistema de 
salud potenciar las especialidades geriátricas y la economía encontrar la 
fórmula de supervivencia. Hasta en la vía habrá que tener más cuidado con 
tantos ancianos  deambulando.
Ñico sabe que la misión es titánica, sin embargo alguna vez leyó que el 
arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza, y en eso está, 
para dejar las arrugas solo en su cara y que no pasen al espíritu.
Llega la hora de irse a casa de la sobrina. En el trayecto, un niño le 
ayuda a cruzar la avenida. Otro gesto para entender a la psicóloga.  
Mientras se aleja, su andar cadencioso y pausado recuerda al de un hermoso 
y sublime animal de la pradera africana.
 
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